23 de junio de 2010

Consejos para la vida moderna


Allí estábamos ella, mi esposa, y yo. Tragué saliva para evitar que una carcajada de gozo explotara en mi garganta y saqué el bulto que guardábamos en el maletero de la furgoneta. Un consejo: si alguna vez vais a matar a alguien, aseguraos de disponer de una furgoneta. Sin asientos atrás, claro. La tarea se simplifica mucho cuando puedes matar a tu víctima en el mismo lugar donde vas a transportarla. Yo sufro de la espalda y mi mujer dice que no va a cargar con nada para mantenerla sana (me refiero a la espalda). Imagino que me entendéis.

Lo dicho, bulto fuera a apenas tres pasos del lugar donde vamos a enterrarla. Sí, es un ella, siento no poder daros su nombre, pero nunca la conocí. Aunque a cambio os regalo otro consejo de experto: el día elegido ha de ser uno de lluvia, o algunos días después de una buena lluvia –a lo sumo dos-. Esto reblandece el suelo y permite cavar mejor. Uno tiene que velar por su espalda.

Ana María, así se llama mi mujer, me ayudó con el hoyo, no creáis que ella solo se dedica a mirar. Es más, de no ser por ella yo no podría hacer estas cosas. No, no es porque la furgoneta sea suya, sino porque me ayuda en la elaboración del plan y a atraer a la víctima. ¡Ja! ¿Qué os creíais, que era simplemente tener una furgoneta? Antes tienes que meter a la persona, aún viva y por su propio pie, en una furgoneta, otorgándole además un ambiente tranquilo para que no se altere antes de lo necesario. O lo que es lo mismo, para que no se ponga a gritar donde puedan escucharla.

No os voy a contar nuestra táctica. Nos ha costado años y muertes perfeccionarla como para que ahora vengáis vosotros, aprendices, y la mal plagiéis. Os doy la forma, pero el contenido lo ponéis vosotros.

El cuerpo ya está en el hoyo y yo le echo la primera palada de tierra. Después de verla morir esto es lo que más me gusta. Me da la seguridad de que, si algo he hecho mal y sigue viva, nadie va a enterarse gracias a dos metros y medio de arena. Al terminar siempre esparcimos hojas mojadas por la zona. Aunque no es estrictamente necesario siempre queda bien un toque artístico, te hace sentir más humano.

Sé que algunos, cuando terminan, se van corriendo y se esconden en sus casas. Nosotros no lo hacemos. Preferimos tomarnos allí mismo, ya sea dentro de la furgoneta cuando llueve, ya sea encima de la tumba aún blanda, alguna copa. Generalmente yo tomo un wisky, ella es más de ginebra. Supongo que para gustos los colores, como suele decirse. Eso sí, hay que tomarse la copa despacio, es la única condición en caso de hacerlo. Disfruta del momento, mañana tendrás que volver a ese estúpido trabajo que tanto odias y este es tu momento de descanso.

3 comentarios:

Elvira dijo...

¡¡Yo también quiero!! Pero nada de Ana María, que esa se fue a buscar el sol en la playa con su maleta de piel y su biquini de rayas... ¡¡Me pido Thelma!! Y tú puedes ser Louise si quieres. O Louis ;-) Eso lo dejo a tu elección.

Desde la luna dijo...

Me gusta. Hasta el peor de los trabajos tiene su ratito de relax... Te agrego y te sigo!

chloe dijo...

mola. el principio me ha recordado un poco al comienzo de la naranja mecanica.
saludos desde dos metros bajo tierra. :)

pd.: marla esta tomando vacaciones, ahora soy sydney bristow.