23 de marzo de 2009

Der Erlkönig

¿Quién cabalga tan tarde
a través del viento y de la noche?
Es un padre con su hijo.
Lleva al pequeño en sus brazos,
lo lleva seguro en su tibio regazo.

“Hijo mío, ¿por qué escondes la cabeza asustado?”
“¿No ves padre al rey de los elfos?
¿Al rey de los elfos con corona y manto?”
“Hijo mío, es el rastro de bruma lo que te asusta tanto.”

El caballo sigue galopando por el árido camino.

“Dulce niño, ¡ven conmigo!
Jugaré a maravillosos juegos contigo;
Hay preciosas flores en la orilla
y mi madre posee prendas de dorado hilo.”

“Mein Vater, mein Vater, ¿No escuchas
lo que el rey de los elfos me promete junto a sus hadas?”
“Calma, mantén la calma hijo mío.
El viento mueve las hojas secas y las arrastra.”

Y el caballero acaricia el pelo del hijo.

“¿No vienes conmigo buen niño?
Mis hijas te recitarán poemas,
ellas, que ahora bailan su danza nocturna,
te arrullarán para que duermas.”

“Mein Vater, mein Vater, ¿No ves acaso ahí
a las hijas del rey de los elfos bailar a la luna?”
“Hijo mío, claro que lo veo:
Son los mismos árboles con los que hice tu cuna.”

El viaje prosigue viéndose ya la ciudad dormida.

“¡Te amo!, me encanta tu hermosa pureza,
y, sino me haces caso, usaré la fuerza.”
“Mein Vater, mein Vater, ¡ahora me toca!
¡El rey de los elfos me hirió con su garra!

El padre tiembla y cabalga más aprisa,
ignora la innecesidad de su ira.
Al llegar a las caballerizas escucha con sorpresa
del niño muerto en sus brazos, en el bosque su risa.

Libre traducción, con añadiduras, del poema “Der Erlkönig”, de Wolgang von Goethe, por Guillermo Loaysa.

17 de marzo de 2009

La fiera herida

Acabas de abandonar la habitación,
en lo que llevo viviendo es la segunda vez.
Y, aunque sé que dentro del horror
que anida en nosotros desde que te conocí,
que no existe un mañana o un ayer, sino un hoy,
te vuelvo a mirar y disfruto del color de tu piel.
Pero en el fondo sé que si todo volviera,
si te volviera a amar,
si nuestros engaños se olvidasen,
interpretaríamos de nuevo el mismo papel:
Yo de eterno confundido, tú de fiera herida.
Y una vez que sanes volverás a volar,
me dejarás de nuevo con mi amargura y mis letras.
¿Qué hace el cazador para no comprender
que sus víctimas están mejor en libertad?
Mejor no sigamos con esto, dejémoslo en un bonito lugar.
Almacenemos nuestros recuerdos donde el polvo los haga brillar.
Me preguntas cuándo acabará,
cuando nos dejaremos de herir.
Pequeña, mientras el hombre sea hombre, esto será así.
Te tendrás que acostumbrar
y comprender que somos juguetes con nombres,
nombres que usamos para ordenar el caos.

Pero ahora miénteme,
hazme creer que servimos para algo.
Dame una pequeña inspiración
permitiéndome sentir que no sólo respiro
sino que además vivo.
Mírame como sino te diera lástima,
como si mi alma no hubiera muerto
tras verte abandonar la habitación la última vez,
en la que lo que acabó no fue mi amor
sino la esperanza que habíamos compartido.
No te lloré como era debido.
La sequedad me invadió y me impidió sentir.
Y sé que nunca te lo he dicho
pero aquella humanidad se fue contigo.
Quise hacer planes para sobrevivir
y sólo podía huir refugiándome en porqués.
Los kilómetros en la carretera perdidos fueron mis únicos amigos.
Algunos cigarros de más, de mi desesperación testigos.
Y aunque no pueda decir que ya brilla el Sol,
que las estrellas cobraron sentido, que tienen esplendor,
que sonrío al recordarte, que he encontrado mi sitio.
Aunque siga estando errante y juegue con el Destino,
puedo defender que tal vez sí fui feliz contigo.

Un encuentro en el corredor

Vi desaparecer el vuelo de su chal, un complemento innecesario más que cubría su bello cuerpo, en el recodo del último escalón. Corrí hacia arriba esperanzado, quizás queriendome convencer de que en esta ocasión iba a culminar su travieso juego con ese ansiado beso.

Llegué arriba con tanta precipitación que, al girar por donde la había visto desaparecer, choqué con ella, quedando fundidos en un tan improvisto como placentero abrazo. Olí su cabello, recorrí su espalda. Tomé uno de sus brazos y, procurando suavidad, la alejé un poco de mí para mirar sus grandes y brillantes ojos. Siempre me había hechizado cómo dejaban transmitir esa traviesa locura.

Quise mirar sus labios, pero concentré toda mi atención en sus ojos. Quería que me besara sin ofrecerle invitación.

Solté su brazo para poderle acariciar el pelo. ¿Realmente le desagrada? ¿Cómo es posible que le fastidie tanto algo que a mí me causa sensaciones tan buenas? Supongo que es porque, a fin de cuentas, y pese a todo suela indicar lo contrario, el Universo no existe sólo para que yo pueda disfrutarlo.

Sus ojos se encendieron aún más. Ideas traviesas cruzaron su mente de una forma descarada. Yo me mantuve expectante.

Te toca a ti tomar la iniciativa.

De pronto, si apenas percibirlo, unos pequeños labios rozaron los míos.

Cuando logré ser consciente, nuestras lenguas se cruzaban, nuestras bocas eran mordidas recíprocamente. Tus ojos se encontraban con los míos mostrándome tu tortura y mi condena.

15 de marzo de 2009

Las malas compañías de la infancia

"Ese es mi vicio, me gusta provocar, adoro ese suplicio. ¿Qué quieres que haga? ¿Buscarme un protector? ¿Un amo tal vez? ¿Y como hiedra oscura que sube la pared medrando sin lira y con adulación? ¿Cambiar de camisa para obtener posición? ¡No, gracias! ¿Dedicar, si viene al caso, versos a los banqueros? ¿Convertirme en payaso? ¿Adular con vileza los cuernos de un cabestro por temor a que me lance un gesto siniestro? ¡No, gracias! ¿Desayunar cada día un sapo? ¿Tener el vientre panzón? ¿Un papo que me llegue a las rodillas con dolencias pestilentes de tanto hacer reverencias? ¡No, gracias! ¿Adular el talento de los canelos? ¿Vivir atemorizado por infames libelos y repetir sin tregua: ¡Señores, soy un loro, quiero ver mi nombre escrito en letras de oro!? ¡No, gracias! ¿Sentir terror a los anatemas? ¿Preferir las calumnias a los poemas? ¿Coleccionar medallas? ¿Urdir falacias? ¡No, gracias! ¡No, gracias! ¡No, gracias!... Pero cantar, soñar, reír, vivir, estar solo, ser libre, tener el ojo avizor, la voz que vibre, ponerme por sombrero el universo por un sí o por un no, batirme o hacer un verso; despreciar con valor la gloria y la fortuna, viajar con la imaginación a la luna, no pagar jamás por favores pretéritos, renunciar para siempre a cadenas y protocolo; posiblemente no volar muy alto, pero solo."


Cyrano de Bergerac (1990), dirigida por Jean-Paul Rappeneau.

11 de marzo de 2009

DESTRUCCIÓN

Yo soy gilipollas. Eso es algo que pocas personas -entre todas las que existen en el mundo podrían contarse con una mano- saben.

Asesina, mutila, haz sufrir. Roba, miente, haz daño. Prende fuego a todo lo que se cruce, haz llorar a aquel niño que sonríe inocente. Acaba con la asquerosa vida de ese anciano que poco más puede hacer para la Humanidad. Maquina y controla otra vidas con el único afán se sentirte poderoso.
Sé humano.

Y siempre habrá alguien dispuesto a aplaudirte, a amarte. Algún corazón estará dispuesto a ser tuyo incondicionalmente.

Ahora, ama, date a los demás, ofrece aquello que mejor se te da de forma altruista. Instrúyete e instruye. Sé paciente, calmado. Que tu sangre fluya rauda, así como tus pensamientos y palabras, en la buena acción.
Sé ideal.

Y siempre habrá alguien dispuesto a hacer de tu vida un auténtico Infierno.

Jamás tendría que haber subido a este tren de caos.

10 de marzo de 2009

Un diálogo

Ella jugaba con su cabello haciéndose la interesante. Quería hacer mostrar a su interlocutor que estaba pensando lo que le había dicho. Realmente, tan sólo pensaba en la impresión que pudiera estar dándole.

Se levantó y empezó a juguetear con unos lápices que había sobre la mesa. Se sentía completamente cómoda, casi podía decir que dominaba la situación. Pero no quería bajar la guardia, ya que sentado plácidamente al otro lado de la estancia estaba el mismísimo Satanás, en carne y hueso, mostrando una sonrisa que apenas dejaba entrever si era por lo dicho anteriormente o por algún cruel comentario que se había ahorrado decir. Teniendo en cuenta quién era, realmente cabría pensar cualquier cosa.

Finalmente ella se cansó de disimular y, por primera vez en toda la entrevista, decidió contestar directamente.

–Sí, tengo miedo–.

–Lo sabía. Sólo necesitaba que lo reconocieras –él seguía con su eterna sonrisa. ¡Cómo le gustaría saber de qué se reía!–.

–¿Y bien? ¿Qué sacamos de esto? –sentía cómo la seguridad que antes tan bien había disimulado, hasta el punto de llegárselo a creer, caía bajo el peso de la evidencia. –No paramos de dar vueltas en círculos–.

–Efectivamente. Siempre volvemos al mismo punto, porque siempre me haces volver a él. Extraño es que no me haya cansado ya de girar siempre sobre el mismo punto. Pero no quieres salir de tu espiral, y me temo que de ese agujero sólo podrás salir tú.

Ahora que has reconocido tu error, ya hemos dado cierto paso, pero no quiero que se convierta en un alejamiento más del centro sobre el que seguir girando. Tu espiralismo vital casi aburre–.

–Eres duro–.

–Pese a todo lo que se ha dicho de mí a lo largo de la Historia, soy sincero. Lo que pasa es que el ser humano apenas está preparado para escuchar la verdad, y más si es la verdad de su vida. Tal vez por eso yo soy el malo–.

–¡Já! ¿Y ahora dirás que no nos la jugaste al hacer que nos expulsaran del Paraíso?–.

–Querida, me temo que os ha llegado una versión muy distorsionada del paraíso. Algún que otro pensador ha podido acercarse en sus elucubraciones, pero no es ni de lejos ninguno de los que puedes estar pensado. Yo sólo te diré que prometí que seríais como dioses tras vuestra desobediencia, y en eso os convertisteis.

Y ahora tengo delante de mí a una persona que rechaza usar la principal característica que ganasteis al huir de ese supuesto paraíso –infantilismo de la conciencia diría yo–, y que es la capacidad de pensar por uno mismo, de elegir entre el bien y el mal, de levantar sus principios en beneficio de la Humanidad y, en definitiva, de vivir libre haciendo lo correcto. Al fin y al cabo, no hay otra forma de ser libre–.

–Se supone que tú eres Satanás. No representas bien tu papel–.

–Y tú una hija de Dios. Él tampoco cumple su rol paterno–. Soltó una carcajada tras su pequeña audacia.

–Entonces si tú eres el Tentador, y me aconsejas que me aleje de lo que llamaremos simplemente “mi problema”. ¿Qué se supone qué es mi problema? Porque si ahora digo el mismísimo Demonio me quedo corta–.

–Siempre adoré de las mujeres como tú esa mirada inteligente. También me gusta que te rías de “tu problema”–. Hizo especial énfasis, dejándole ver que no quería nombrar a la persona en cuestión–. Y, la verdad, quisiera que desterraras de tu vida esa concepción de mí. Pese a todo lo que puedas pensar, creo que entre los dos bandos que se han erigido, yo soy el bueno. Si es que tal cosa existe… De cualquier modo, “tu problema” es peligroso. Te roba aquello por lo que todo el mundo lucha: La identidad–.

–¿Y qué he de hacer?–.

–Querida, tú misma lo has dicho. Tienes miedo. Sólo te queda vencer prejuicios, miedo al mañana y, como tu madre, coger la manzana y…

3 de marzo de 2009

Seco. Creo que esa es la palabra correcta, así que me limitaré a dejarme llevar por el murmullo del teclado, sin apenas pararme a leer lo que voy dejando que mis manos escriban, sin detenerme acaso en un pequeño giro, en una magnificiencia estética. Simplemente me voy a dejar llevar por el monstruo, esperando que pueda decirme algo. Murmuradores patéticos, asomáos a mi alma.

Las oscuras noches de lluvia suelen gustar más en soledad. Ahora podría lamentarme, podría dejar brotar mi autocompasión, pero me estaría engañando. Las cosas no suelen salir como uno quiere, por muy preparado que esté, por muchas esperanzas que se tengan. Sueños, ganas y esperanza no es algo que el destino tenga en cuenta al mover sus hilos. Y todo esto ya lo sé, y aunque una parte de mí quisiera desecharlo y negarlo de forma absurda, no voy a revelarme contra un poder que me supera tanto como me fascina. Tal vez me limite, únicamente, a atrapar la ocasión, hacer mio este momento y, de alguna forma, ocultarme mientras tanto en las sombras a esperar que crezca el trigo sembrado.

Seguir el buen camino raras veces te lleva al lugar correcto.

Bonito brote de genialidad. Tal vez el humor negro esté invadiendo el campo yermo. De cualquier modo, no creo que ese juego de palabras se quede en el vacío. Puedes ser bueno, puedes procurar hacer lo mejor (si es que tal cosa existe), pero dudo que te lleve a un lugar deseable. ¿Me hará esto cambiar? En absoluto, era una simple observación.

¿Ves? No era tan difícil. Sólo debías coger la guitarra y dejar los acordes sonar. Ellos te irán transportando, sin apenas percibirlo, a ese pequeño refugio que has ido construyendo en tu psique. No le pongas letra, olvídate ahora de eso, sólo déjate llevar. Permítete huir un momento, el mundo seguirá girando sin tí. Además, no tienes nada mejor que hacer.

Ya te has abandonado. La nicotina fluye por tu sangre. Alimenta ahora tus deseos más oscuros dentro de tu pequeña cabaña. Sí. Comete algún error, arrepiéntete. Al menos te hará sentirte vivo.

"Vivir la vida en tu cabeza". !Qué hondo llegó aquello! Una sentencia azarosa, surgida entre tus pensamientos a saber de dónde. ¿Vives la vida en tu cabeza? ¿Lo hago? Buena cosa a estudiar en otros momentos. Ahora no quiero pararme a pensar.

¿Es inhumano sentirme como ahora me siento? Supongo que debería estar reconcomiéndome, consumiéndome poco a poco, autodestruyéndome. Al fin y al cabo he sido víctima del cruel juego del Destino. ¿Por qué te ries entonces? ¿Acaso pillas la fina ironía con la que éste se rie de nosotros? ¿Acaso perdiste la razón por completo? Recuperación demasiado temprana. Hasta a los más escépticos sorprendes.

Al menos me he parado a escribir, aunque sea inconéxamente. Poco importa. Agradécele a tu jovencita Satanás que te tentara a abrirte al mundo, ya sea para reirte de él, ya para despreciarlo aún más.