25 de marzo de 2010

Un cuento para Wendy

Wendy, mascarón de mi vida, primera estrella de mi universo. Caimán de mi corazón, mano izquierda de mi vida. Wen-dy: La punta de la lengua emprende un viaje de ida y vuelta, comenzando escondida para luego accionarse en un movimiento de afuera hacia adentro. Wendy...


Una pecera decora su estudio
como si todos los peces que lo rodean
no fueran suficientes para su orgullo.

Es un barco que no se mueve con la marea
pues permanece flotando por un conjuro;
polvos de hada lo levantan del mundo
(tercera estrella a la derecha, según dicen),
y, por favor, no traiga usted ningún reloj.

Unos cuantos niños lo maldicen
y él, riéndose, desoye un  molesto tic-tac
mientras escribe este epitafio:
"Aquí yace el niñato de Peter Pan".

A su lado una carta a Wendy destinada
en la que le cuenta cuentos
sobre princesas indias secuestradas,
niños perdidos como balas despistadas
y hadas traviesas que confunden los caminos.

Finalmente, por las horas rendido
y con las velas ya gastadas,
sella sus penas con sus labios
para recordarle a Wendy, su amada,
el olor de su amado, Garfio.

1 comentario:

Elvira dijo...

Es una tarta perfecta: un comienzo genial, señor Garfio, y un final delicioso. ¿Qué mejor para terminar con todo que un beso?

Del final me gusta especialmente la estructura que le has dado. Has tenido bastante mano izquierda.

¿Aunque no era Wendy la que contaba cuentos, y no al revés?

No sé, Garfio, me tienes liada.

¿Te cuento un cuento y me das un beso, para terminar?