5 de marzo de 2010

Fenómenos traumáticos (Parte II)

De nuevo se volvió hacia la barra a esperar lo inevitable. Si estaba allí era por ella y ahora sí que le hubiese gustado no llamar tanto la atención. A saber cómo la había encontrado. “Algún pacto tendrá con Satanás para torturarme, de éste me espero cualquier cosa.” Mientras pensaba esto el recién llegado la reconoció y se dirigió hacia ella:

-¿Se puede saber cómo me has encontrado?- inquirió.

Su tono hubiera acobardado al más valiente, pero él estaba ya acostumbrado. O quizá es que jamás prestó atención a nada que ella dijera.

-Alguien te reconoció y colgó tu posición en Internet- se limitó a responder mientras se sentaba en la banqueta de al lado, banqueta que ella hubiera querido vacía toda la noche.

-Oh, ¡qué bien! Hasta en antros como éste una aún puede encontrar personas que leen y que, concretamente, me leen a mí. Al final hasta será verdad que soy vulgar.

-Si frecuentas sitios como éste no me extraña- sentenció él.

“¡Joder! El problema de éste es que nada más entrar ya es capaz de destruir toda la magia que había logrado crear, obligándome a ser la niña que nunca fui, la hija que nunca seré. Las mujeres no deberían estar condenadas a tener padres, y mucho menos un padre tan capullo como éste.”

-¿Qué haces aquí?- quiso saber.

-Estar sola.

-No se te veía muy sola. Había muchas miradas haciéndote compañía cuando entré. ¿Cómo puedes soportar que tanto baboso te acose?- volvió a preguntar mientras la rodeaba en un fingido amago que, pretendiendo parecer protector, buscaba dejar clara la propiedad.

“Me hace gracia imaginarme cómo luego se masturban pensando en mí”, barajó como respuesta, pero tras pensárselo optó por algo que no desencadenara una discusión más que añadir al montón del millón de discusiones que había tenido con su padre a lo largo de su vida:

-No les presto atención, la verdad. Me gusta pensar que eso es lo que finalmente me separa de los demás, y es que mientras ellos tienen la necesidad de personas como yo, yo no tengo ninguna necesidad de seres como ellos-. Mientras decía esto se dio cuenta de que estaba soltando una gran mentira. “Menudo asco eso de conocerse a una misma”. –Y bueno, ¿puedo saber desde cuando me espías por Internet como un fan obseso?- le espetó un tanto molesta por el reciente descubrimiento. Tenía que pagar con alguien el haber encontrado esa necesidad de los demás y su padre era el candidato perfecto. A fin de cuentas su falta de atención hacia ella durante la niñez fue lo que posiblemente ahora le ocasionara esa necesidad.

-No te espío por Internet. Dio la casualidad de que fui a buscarte para leer las últimas opiniones de tu libro y encontré aquella página. No seas tan paranoica y haz el favor de alegrarte de tener la suerte de que sea tu padre el que ha llegado y no algún estúpido lector tuyo.

“No te creo viejo tramposo. Además, seguro que tardaste siglos la primera vez en aprender a usar una página de rastreo de famosos como para haberme localizado tan rápido ahora. Y esa suerte de la que hablas es bastante dudosa.”

-Sonia, he venido a decirte algo. Tengo cáncer.

2 comentarios:

Artemisa V. dijo...

Juraría que hoy es día impar. =)

Perdona la larga ausencia, me he puesto al día en un momento. Me gusta el nuevo aire del blog, ¡tanto negro me oscurecía las dioptrías!

Argeseth dijo...

A mi también me gusta la presentación.
Saludos.