1 de agosto de 2010

Vacaciones de verano



La vista desde el autobús de aquella tostada e infinita pradera me devolvió los recuerdos de mi infancia. No había nostalgia en ellos. Tampoco alegría. Solo una casa de madera con un río que pasaba por detrás y que podía verse desde la ventana de la cocina. Viví allí desde mi nacimiento hasta que cumplí los doce años, poco después de que mi madre muriera. Mi padre me dijo que me iba a venir muy bien el cambio de aires, pero ahora sé que lo hizo por él. No podía seguir viviendo en aquella casa cargada de pasado, aunque tampoco le hacía falta una casa para seguir llevando a mi madre cada día en su corazón. Al menos tuvo el detalle de esperar a que cumpliera la mayoría de edad para volarse la cabeza. Sufrió mucho durante aquellos seis años que esperó hasta volver a reunirse con mi madre.


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