29 de abril de 2010

Física marcial (1ª parte)

Al fin llegamos a los pantanos. Mi misión era sencilla, debía atravesar una pasarela flotante que me tenderían desde tierra firme y cruzar aquellos lodazales hasta una pequeña isla. Una vez allí tenía que eliminar a un solo enemigo que estaba recluido desde hacía bastante tiempo en aquel lugar por orden del gobierno. No hay en mi rango el derecho de hacer preguntas, pero me imagino que los de arriba se habían cansado de gastar el dinero de los contribuyentes en mantener allí a aquel recluso. Desde luego el gasto era impresionante, y yo no terminaba de comprenderlo.

Según me había informado por un antiguo amigo, piloto de las fuerzas armadas, le tiraban comida periódicamente desde helicópteros. Yo mismo había visto con mis propios ojos la enorme y electrificada valla que recorría toda la tierra que circundaba el islote, por si aquellas aguas infectadas de cocodrilos y vete a saber qué más no fueran suficientes para retener allí al más temido.
Otro dato curioso: Yo no pertenecía precisamente a ningún cuerpo de élite del ejército. Yo era un simple soldado que trabajaba con ordenadores. Había estudiado Física y, estando tan solo a dos asignaturas de terminar la carrera, entré a formar filas. Tampoco soy un patriota, tan solo lo hice porque veía mi futuro muy negro.

Por todo esto me extrañó mucho aquella misión. Jamás había matado a un hombre –tampoco tenía ningún problema en hacerlo- y lo más parecido que había en mi día a día con una vida militar eran aquellos estúpidos paseos de arriba abajo cuando formábamos, el uniforme y los saluditos cuando me cruzaba con algún superior. Todo lo demás, como el deporte, los horarios, etc., siempre habían sido una continuidad en mi vida. Me gusta la disciplina, me ayuda a encontrar sentido en la vida.

En definitiva, yo no era el mejor candidato para aquella misión, pero ellos sabrían.

Tampoco era tan difícil, repito: Pasar por esa especie de puente colgante, encontrar al objetivo, ultimarlo y salir de allí de nuevo por el puente. Él sin armas, yo cargado con un precioso fusil de asalto M16. “Coser y cantar”, como me dijo más de uno para animarme un poco en aquella primera misión de campo que se me daba.

Un detalle curioso más: Iba yo solo. Aunque tan solo fuese un hombre al que había que darle pasaporte es costumbre, por seguridad, mandar a un equipo de personas cualificadas. Según el alto mando, yo solo bastaba.

Nunca me consideré un héroe.

2 comentarios:

Dafne dijo...

Lleva usted más tiempo de lo normal parado....Jummmm

chloe dijo...

mmm una imprudente soy, por lo que se ve.
wendy me cae bien, es peter el que me da asco. es un pedofilo, siempre lo he pensado jaja
asiq otro admirador de marla, no?

no sabia donde contestar a tus comentarios, si en este o en los otros dos blogs que tienes!
saludos