25 de abril de 2010

Bichos e histerismos (A una pobre tijereta que supo sobrevivir)

Y finalmente el plato tocó el suelo.
Pedazos y pedazos de loza blanca y azul saltaron
creando cabriolas que se desparramaban por el piso entero
-siempre te dije que el nuestro era pequeño-.

Luego llegaron otros objetos y todos se rompían.
Gritabas, gritabas y no lo hacías en silencio.
Tu pelo parecía electrificado y sacaba chispas
con su movimiento. (Ahora a un lado, después al otro).
Entré y me mantuve estático entre todo aquel jaleo
-te parecería atontado pero no acertaba a comprender-.

-¡Bichos, bichos!-me gritaste entre jadeos.
Y yo, sin saber cómo había tardado tanto en descubrirlo
me lancé a buscar a aquellos pobres animales
antes de que tú lo hicieras.

Poco a poco los fui cogiendo, guardando
para luego regresarlos a su hogar, entre las piedras.
No sé cómo volvértelo a explicar pero todo ese asco
-el que tú les tienes-
a eso pobres animalejos no llega ni de lejos
al que ellos a tí posiblemente te tendrán.

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