19 de septiembre de 2009

Desidia

Cansado de esperar las migajas
que tu osadía quería donarme para las heridas,
me alejo de tus mentiras, tus falsas miradas
y me marcho allá donde ya no pueda encontrarte.
Me dijiste que me amabas; yo te amé como un loco
y ahora tengo que marcharme, a aquel lugar o a cualquier otro.

Fueron esas palabras duras las últimas que supe darte.
No creo que lo mio sean las despedidas
ni que tú quisieras escucharme ni un minuto más.
Y, si fue la crueldad lo último que viste,
es porque era la guinda final de mi museo de simpatías.

No podías ser eternamente linda.

Ahora rezo para mí una letanía de melancolías
que no saben fortalecerme, pero que me salvan de la locura.
Y, como un dios destronado de su cielo, caigo al infierno
del olvido, la falta de ternura y los atrasados por qués.
Me mantengo en la desidia, en los días que se alargan
y que me mandan tener algo que hacer.

Pero no puedo, no encuentro ningún motivo
-ni aún furtivo- que no me haga entristecer.
Me mantengo en la rutina, en las noches pausadas
llenas de falsas risas, tabaco y vino.
Caigo en el abismo de mi propia vida.

Y no sabría salir y encontrarme, de nuevo, con la alegría.

Escribo mis penas y desdichas en papeles arrugados
que terminan en el suelo, junto a mi esperanza.
Ya me he marchado, pero no he sabido encontrarme.
Tal vez no supe hacerlo, no supe arreglarlo
ni cuidarlo, ni tan siquiera supe, tal vez, buscarme.
Y entre estas malsanas penas caigo derrumbado.

Quiero levantarme, quiero huir de nuevo,
pero mi cinismo me dice que será para caer nuevamente.
Tomo impulso, salto. Pero el asidero está aún muy lejos.
Y ahora, como perro maltratado, vuelvo a tí
con el rabo entre las piernas, para pedirte consejo.

Pero no se puede esperar cariños del tiempo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No voy a opinar porque es mejor que los que escribías hace mucho, pero no sé si tan bueno como los que podrías escribir ahora.

Me alegro mucho de que seas feliz, perdón, de que parezcas haber aprendido a distinguir cuando eres feliz.

Un beso. Emi.

Anónimo dijo...

Estos días estoy leyendo Memorias de Idhún (lo sé, no digas nada, es que necesitaba leer algo así, sin trascendencia) y uno de los protagonistas es muy mirthas, o al menos el mirthas que yo conocí.

Adivina cual, si lo has leído, si no poca gracia le vas a encontrar a la cosa.