Bueno, debo dejar de pensar. Eso es el primer paso. El truco de contar ovejas siempre funciona. 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7… –. Las ovejas van pasando, saltan elegantemente la valla y desaparecen de mi cuadro de visión para dejar lugar a otra exactamente igual, mismo pelaje, mismo salto, mismísima valla… Y otra, y otra–. Se me está escapando todo el redil–. Sonrío ante mi mal chiste–. ¿Pero adónde irán esas ovejitas? Hay lobos allá afuera acechando seguro. ¿Recuerdas aquel documental sobre los lobos solitarios que viste? ¡Quién pudiera! Muerto de hambre, sin más compañía que tu sombra, pero libre. Vas andando por el mundo entero, atravesando llanuras, bosques, preciosos ríos, contemplas amaneceres imposibles con nubes que surgen del horizonte como si quisieran escapar de otros insólitos lugares que tal vez descubras. Pasas noches de soledad y días de tormento. Pero la vida es tuya, lejos de la vida monótona de la manada, sin más dueño que tu voluntad.
¡Lo has hecho! ¡No mires el reloj! Puf… Ya llevo aquí tirado intentando dormir más de tres horas. ¿Debería levantarme y aprovechar estas horas en escribir? ¿Y qué escribo? Ahora mismo no estoy para novelas. ¿Un relato corto a lo mejor? Uhm. Podría escribir alguno en el que vuelva a aparecer mi pobre escritor maldito, pero esta vez lejos de su casa de París, y metido en algún suburbio, en algún motel de poca monta lleno de humedades. Lejos de su cabaretera, lejos de su vida. Podría acabar con su melancólica vida por fin este último relato. Muerto a lo mejor de frio mientras intenta acabar su obra.
Tío, duérmete. Debes concentrarte en tu respiración, ya lo sabes. Además, así bocarriba sabes que no vas a dormirte, así que a colocarte bien para coger el sueño. ¿Pero qué sueño? Creo que el problema es que únicamente estoy cansado, pero no tengo sueño. ¿Cuánto tiempo tiramos de nuestra vida durmiendo? Maldita naturaleza asquerosa. La verdad es que para haber surgido así, azarosamente, o tal vez por designio de algo que jamás conoceremos, poco importa, podríamos haber salido de algún otro modo. ¿Por qué estamos sujetos a tantas trivialidades? ¿Por qué somos tan débiles? Al menos tenemos nuestra voluntad, que nos da libertad y posibilidad de elegir, al menos, cómo queremos ser con las limitaciones que hemos nacido. Joder, ¿esto qué es? En serio, ¿por qué no te duermes?
Todas las noches lo mismo. Voy a cogerle fobia a la cama. Pierdo mi tiempo, me ahogo en existencialismo y me agobio al descubrir que se pasan horas insulsas y que me acercan a la muerte. Porque esa es otra…
¿De verdad los hay que se creen que luego habrá algo? ¿Cuándo el hombre confundió su deseo de inmortalidad con el hecho de que esto sea así? Si venimos de ningún lugar, allá iremos. Si no somos nada más que lo que nuestro lenguaje y sus estructuras nos hacen creer que somos, ¿por qué nada ni nadie va a tener que venir a salvarnos? Por otro lado, ¿quién merece ser salvado? Ni somos buenos, ni, por mucho que nos aferremos a algo que pensamos tiene valor, nos va a venir a rescatar nadie. ¡Bah! Pandilla de locos.
¿Si abro los ojos me espabilo más? Bueno, tú no los abras, porque tienes que dormirte, y eso se hace con los ojos cerrados. Claro que seguro que no hay base científica para decir que al abrir los ojos en la oscuridad –bueno, oscuridad relativa, porque por mi ventana abierta entra algo de luz–, me costaría más dormirme si acto seguido vuelvo a cerrarlos. ¿Pero a quién le importan las bases científicas? Yo prefiero no abrirlos, y puede venir un Nobel en biología que me dará lo mismo.
Venga, en serio, duérmete, que ya desvarías bastante. Y no, ¡no mires el reloj, no quieras saber la hora! Seguro que es más tarde de lo que imaginas. Siempre es más tarde de lo que imaginas…