4 de diciembre de 2008

Teatro y vida

-¿Y esa máscara? ¿Por qué la llevas?

-Para mejor mostrarme al mundo –respondí tranquilamente, como el que dice algo que ya se sabe por lo obvio del asunto-.

-¿No será mejor que así te ocultas? Uno se pone una máscara para que no se le reconozca, para poder actuar sin que luego se le pueda imputar la responsabilidad de sus acciones.

-No, estás muy equivocado. Uno se pone una máscara para crearse a un personaje, para poder dar vida a algo que él mismo no puede. Mi máscara, todo mi disfraz, no soy nada más que yo mismo. Este personaje, que a todos se les antoja muy distinto a mí, soy yo realmente. Es mi yo alejado de las convenciones sociales, pues al ser eso, un personaje no tiene porqué seguirlas, ya que no les debe nada al no escudarse, al mismo tiempo, en ellas.

Cuando me subo a un escenario a interpretar no puedo sacar de mí nada más que lo que llevo dentro. No puedo en ningún momento ser otro. Así, cuando lloro o me mantengo hierático ante algo, es porque realmente soy capaz de hacerlo. Así, cuando me paseo con mi disfraz, no es mi personaje quien se pasea, sino yo mismo. Y si en algún momento él sonríe, soy yo quien lo hace. Tal vez puedan pensar: “¿Entonces? ¿Por qué no te quitas la máscara?”. Ante eso yo respondo que si alguien se atreve a mostrarse tal cual es, mostrar su más grande intimidad sin ningún tipo de pudor sin tener un subterfugio donde resguardarse, que lo haga. Y si soporta la maldad de los hombres que utilizarán eso para herirle, es porque es un loco o un estúpido.

En cambio, yo siempre podré decir que ese no soy yo, que no es más que actuación. Y así, podré siempre maravillarme y llorar ante una obra de arte, y acto seguido mirar por encima del hombro a todos los que me acompañan y soltar alguna parrafada estéticamente perfecta, pero sin una gota de ternura.

¿Y quién seré yo?

No puedo decíroslo, pues si revelo quién es el personaje y quién el real, ya no habrá posibilidad de salvación.

 

“Conocer la vida no es sólo observarla, es introducirse en ella, es demostrar habilidad para transformar lo conocido y lo vivido en imágenes escénicas, cercanas y comprensibles para nuestros espectadores.”

(María Osipovna Knébel. El último Stanislavsky. Editorial Fundamentos. Madrid. España. 1996.)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho este texto en general, pero hay un fragmento que me ha encantado: " y soltar alguna parrafada estéticamente perfecta, pero sin una gota de ternura".
Al instante de leerlo se me vino tu imagen soltando una parrafada de esas al gilipollas de turno xDD

Por cierto -aunque ya lo sabes- me alegra mucho que últimamente vuelvas a escribir tanto...para cuando el best-seller?:P

Un besito!!

Unknown dijo...

Siempre es agradable ver sus simpáticas palabras por aquí, pero suele hacerlo con reservas.

Espero que se anime a partir de ahora más, especialemente si le gusta mi vuelta a las actualizaciones prolíficas.

El best-seller... A los 23 años, ya lo sabes :P

Echos of a dream dijo...

La máscara que la cultura ofrece es a menudo todo un colchón para quien sabe identificar la gomilla.Aunque ese colchon por ptra parte este lleno de puntillas...

El observador no es precavido, sino lento. El atrevido no es valiente, sino estúpido. Y entre tal antagonismo, en la fina linea en que se situan aquellos, se guardan los reductos de las personalidades propias.

Mmm... Solo destacar la magnificencia del texto... Al fin noches frúctiferas en esta vertiente... Otra vez