31 de marzo de 2010

Capricho

No estoy hecho para esta época apocada
de luces azuladas y música de discoteca,
de emos, canis y todas esas mierdas:
Tenemos fruta transgénica y otras falsas cosechas,
mandamos en guerras sin mando y que no son nuestras
mientras las calles se llenan de escoria callejera.
Porque las rapsodias se volvieron rap
y aún creemos en el mito de la paz.

Trino como un cochino en el matadero
cuando vagabundeo como un reo en su celda,
solo que mi condena es la de ser libre.

¡Quise matarlos!, pero no logré ni ordenarlos
y con el desorden de la humanidad tuve que vivir.
¡Qué atrocidad! Y que algún dios me perdone
pero, de verdad, no puedo seguir siguiendo así.
(Validémoslo aquí).
¡Mándame un rayo Señor y no me toques los cojones!
Pues conquistando corazones no me llega para comer,
y ni comiendo ni catando me logro conmover.
¡Calamitosa calamidad de sinrazones sin beldad!

Seguiré a un nivel ontológico para decir
que los animales del zoológico se pueden confundir
si con tus engaños llegas para tirarles piedras.

Y la hiedra que erró en tu ventana
no me quiere contar los secretos mal guardados
de tu desnudez y tu descaro,
de tu cama y tu palidez.
(Blancura atenta).
Mantendré pues siempre alerta mis sentidos,
preparado para el graznido del cuervo
o, del lobo, el tímido, pero  lobuno, aullido.
No vaya a ser que, al dormirme, te vaya a perder.

Golpeas furiosamente la furia que te inunda,
pero no tienes más que una cuchara
para sobrevivir a tu inundación.

Olvídate ya de esa canción que olvidaste
y que ahora no puedes recordar.
Yo, que no pude recordarte,
con tu fotografía me he de conformar.
(Y meé).
Vacié hace mucho mis cuencas oculares
y mis gafas ya no tienen ojos que corregir,
así, como yo, vagan por el mundo
sin tener objetivos, sin misión.

Sea pues carne de reo lo que condeno
y no dejemos que se vuelva a repetir.
¡Matémosle ahora mismo! ¡Yo lo ordeno!

Y así, aunque yo no quise, me tuve que morir.

29 de marzo de 2010

Querido diario:

Creo que lo primero que tiene que hacer uno cuando comienza a escribir un diario es presentársele. Es algo absurdo porque se supone que voy a ser el único que leerá esto, pero como hablaré contigo como si fueras una persona -y me han enseñado que es de buena educación presentarse a las personas- pues me veo casi en la obligación de hacerlo.

Me llamo Pablo, tengo once años (aunque en dos meses cambiaré ese número) y acabo de llegar a una ciudad que apenas conozco. Antes vivía en Bremen, ciudad de origen de mi madre, pero nos hemos trasladado al sur de España, pues es donde nació mi padre y ahora tiene un negocio muy importante que dirigir aquí, heredado de un abuelo que nunca conocí pero del que llevo el nombre.

A ti, Diario, te he conseguido -no sé si lo sabes, estabas muy envuelto- gracias a Ernestine, una niña de mi clase con la que solía jugar. Quiere que recuerde las cosas que me pasan en España para poder contárselas cuando regrese.

Pues bien, Diario, te diré que hoy ha sido un día muy extraño, pero a la vez especial: Papá me ha llevado a ver unas figuras que sacaban a la calle, cosa que tenía que ser muy importante porque me he tenido que arreglar y luego había muchísima gente allí, también arreglada, esperando para ver las escenas.

Mi primera reacción cuando conseguí adivinar, desde los hombros de mi padre, lo que las figuras representaban ha sido de asco. Había un hombre al que torturaban de una forma muy salvaje otras dos figuras vestidas con un antiguo uniforme militar. Los dos carromatos siguientes que vimos (los cuales eran muy curiosos porque los llevaban unos, que parecían esclavos, sosteniéndolos en peso), mostraban una cosa parecida. Luego papá me explicó que ese al que torturaban era un persona muy famosa de una religión. Imagino que si le estaban pegando de esa forma dicha religión tenía que ser bastante fea y dañina, de otro modo no lo entiendo.

También me ha llamado la atención unas personas vestidas de verdugos. Creo que en esa religión adoran a la muerte o algo parecido (una vez escuché una historia de un niño de mi clase en la que en su religión se prohibían las escenas de personas desnudas. Si los de esa religión vieran esto se pondrían muy nerviosos, pues si no pueden ver a una persona desnuda muchos menos podrán ver a personas torturadas). Mi padre me explicó también que eran Naceros o algo parecido, nombre que llevan en honor a los que vivían en el pueblo de la persona a la que torturaban. Me pregunto si realmente vestirían así, con capuchas en la cabeza. A mí me han dado mucho miedo.

Después de aquello, de camino a casa, nos encontramos de nuevo con uno de esos carromatos, y las personas allí reunidas nos impedían continuar. Yo le dije a mi padre que tenía que ir al baño y él pidió paso. Todos le respondieron de una forma muy brusca y alguno incluso le gritó que se callara. Aún y así mi padre comenzó a moverse entre la muchedumbre llevándome encima de sus hombros y escuché insultos. De verdad, esa religión tiene que ser muy extraña y no sé cómo está permitida en este país. Adoran la muerte y promulgan el odio a las personas públicamente.

Por fin llegamos a casa. A mi padre le habían roto el pantalón y he escuchado que le decía a mamá que no volvía a sacarme de casa durante esta semana porque no se puede salir. Yo sigo tosiendo a causa de un humo que iban soltando unos delante de las procesiones. No sé por qué mi padre habla tan mal del tabaco si luego me lleva a esos sitios. Él sabrá.

Por ahora nada más, Diario. La verdad es que ha sido una tarde bastante especial y ya sé que aquí tengo que estar atento para no cruzarme a gente de esa religión, parece muy peligrosa.

Hasta pronto, 

Pablo.

27 de marzo de 2010

Sábanas frías

Sábanas frías materializan tu olvido
y yo, movido por la ausencia de tus caricias,
rebusco en el cajón de la mesa de noche
esperando encontrar el espectro de tu presencia.
¿Acaso fue lo nuestro solo el roce de dos cuerpos
que, sin conocerse, entrelazan sus dedos creyendo un "parasiempre"?

Sábanas frías y caducadas me esperan.
Esperan a que entre ellas se vuelva a desatar la pasión,
pasión que no sé si tuvimos, pero a la que nos comprometimos.
Un compromiso de vivir a cada instante,
de tomar la instantánea decisiva para no malgastar el carrete
que, fotografía a fotografía, va gastando nuestras vidas.

Sábanas frías visten una cama que ya no es mía,
que tampoco es nuestra, porque fue siempre tuya.
Sus dibujos se entrelazan como única muestra
de que allí cayeron dos cuerpos como frutas maduras,
cayeron nuestros sueños como decae la hermosura.

Sábanas frías me chillan porque se congelan
y yo no tengo el valor de llamarte para decírtelo.
Anhelan de nuevo tu roce, el olor de tus cabellos...
Recuerdan tu figura, tu éxtasis, tu entrega y goce.
Y cuando vuelvo a la cordura solo en ellas veo
el recuerdo de unas noches sin amor pero con deseo.

Sábanas frías lloran desconsoladas,
pues saben que tú tienes otras ahora donde cobijarte.
Es el calor de otras las que ahora te amparan
y, mientras ellas mueren frías, tú duermes arropada.
¿No recuerdas cuando corrías a ellas a refugiarte
y me encontrabas entre ellas esperando tu sonrisa?

Sábanas frías por el moho comidas.
Sábanas frías hechas trizas por el llanto.
Sábanas frías, rotas y enmohecidas.

Sábanas frías que recuerdan tu encanto.
Sábanas frías que codician tu vuelta.
Sábanas frías que materializan tu ausencia.

25 de marzo de 2010

Un cuento para Wendy

Wendy, mascarón de mi vida, primera estrella de mi universo. Caimán de mi corazón, mano izquierda de mi vida. Wen-dy: La punta de la lengua emprende un viaje de ida y vuelta, comenzando escondida para luego accionarse en un movimiento de afuera hacia adentro. Wendy...


Una pecera decora su estudio
como si todos los peces que lo rodean
no fueran suficientes para su orgullo.

Es un barco que no se mueve con la marea
pues permanece flotando por un conjuro;
polvos de hada lo levantan del mundo
(tercera estrella a la derecha, según dicen),
y, por favor, no traiga usted ningún reloj.

Unos cuantos niños lo maldicen
y él, riéndose, desoye un  molesto tic-tac
mientras escribe este epitafio:
"Aquí yace el niñato de Peter Pan".

A su lado una carta a Wendy destinada
en la que le cuenta cuentos
sobre princesas indias secuestradas,
niños perdidos como balas despistadas
y hadas traviesas que confunden los caminos.

Finalmente, por las horas rendido
y con las velas ya gastadas,
sella sus penas con sus labios
para recordarle a Wendy, su amada,
el olor de su amado, Garfio.

23 de marzo de 2010

El día más feliz de tu vida

"!Qué momentos más inoportunos
elige la gente para morir!"
Algo así debiste pensar cuando el turno
de la muerte a tu padre le fue a tocar.

Y tú, vestida de blanco y con el velo hacia atrás,
deshojabas unas flores blancas y medio rotas,
simbolo también de castidad.

¿Quién iba a decirte que el día de tu boda
terminaría en funeral?

21 de marzo de 2010

Hay veces

Hay veces en que el mundo es infinito,
las ciudades parecen no tener final concreto
y los ríos se convierten en pases al más allá.

Sueñas con navegar por ellos esperando ver la mar,
olvidar el olor de sus cabellos o su voz al cantar.
Sueñas con olvidar esa ciudad de recuerdos
y no volver jamás.

Hay veces en que quisieras un desierto
donde enterrar esas gotas que no supiste callar
y matar así los suspiros que se vuelven contra tí.

Buscas y buscas algo con lo que no sufrir,
te centras en otras tareas, te encierras para morir.
No encuentras toda esa arena para enterrarte
y miras al cielo gris buscando alguna respuesta.

Hay veces en que las nubes se extienden, blancas,
e inundan el cielo que no tiene por qué ser azul.
Nubes que tu recuerdo, al envolverme, me arrancan.

Pero ni envuelto en brumas olvido
que tengo mojadas mis plumas
y, tiritando de frio, no puedo ir tras de tí.
Entonces añoro el Sol después de tantas lunas de castigo.

Hay veces en que el mundo es infinito
y no puedo encontrarte en él.
pues te escondes en sus montañas como un fugitivo.

Las mañanas no terminan,
no puedo soportar su claridad,
los días se hacen largos y por la Luna vuelvo a suspirar.
Dejo de buscarte, de odiarme y maldecir.

Hay veces en que ya no puedes, no quieres, sobrevivir,
nada de lo que hagas te hará feliz,
es lo crudo de la vida, lo falso de vivir.

Se extiende entonces el mundo
y toda su inmensidad me hace pensar
que el mundo es infinito, las ciudades eternas
y los ríos un mal sitio para escapar.

17 de marzo de 2010

Los héroes no son lo que parecen

Un charco no es el mejor lugar para terminar tu vida, y eso es algo que Jaime sabía; mojado, lleno de fango y sin fuerzas para levantarte e impedir que la misma lluvia te ahogue, no es la manera en la que un luchador deba irse de aquí a lo absoluto. Lo peor de todo es que su muerte estaba resultando ser una de tantas muertes anónimas. Su agonía no servía ni como entretenimiento para un viandante sádico. Solo estaba él, él y la muerte, de la misma forma en la que, a lo largo de su vida, solo había estado él para enfrentarse a los problemas.

Él, que había remontado el vuelo todas las veces necesarias, que había luchado día tras día en esa especie de jungla que es la ciudad por un trozo más del pastel, que había sabido conquistar a la mujer adecuada, Simone, por encima incluso de Rodrigo, aquel que en su juventud era considerado el macho alfa del parque y que terminó en una azotea con las tripas al aire. ¡Tanta bravuconería para, finalmente, convertirse en comida para cuervos!, se había dicho sobre aquel incidente en el barrio, y Jaime no había dicho nada, pues sabía que ese podía ser el destino de él o de cualquiera de sus amigos. Nadie estaba a salvo de esas mafias blancas en esa asquerosa ciudad.

Había intentado marcharse, pero tenía demasiadas ataduras en aquel lugar; para empezar su familia. Ésta estaba compuesta por todos sus compañeros, los cuales eran en su mayoría huérfanos o, como él, jóvenes que habían decidido saltar del nido a una edad demasiado temprana como para que las cosas le salieran bien. Antes o después todos habían terminado en el mismo lugar, apoyándose en lo que podían e intentando reunir la comida suficiente para todos cada día. No era fácil, pero lo habían ido logrando.

A causa de la delicada vida que llevaban y que los mayores se sacrificaban por los más pequeños, Jaime se había quedado rápidamente a cargo de una gran comunidad que no paraba de crecer, y sus responsabilidades como cabecilla lo tenían ocupado todo el día. Ya no tenía tiempo ni de disfrutar de aquella vista que tanto le gustaba desde lo alto de la torre de la iglesia. Desde allí, en la posición adecuada, se podía ver cómo los edificios dejaban entre ellos una brecha que llegaba hasta las afueras de la ciudad, permitiéndole a Jaime disfrutar del campo desde el mismo centro de la urbe que lo asfixiaba.

Pero ya no había campo, ni tan siquiera la oportunidad de escaquearse durante unas horas en el trabajo. No. Tenía que dar el ciento cincuenta por cien en todo lo que hacía o sus “pequeños”, como había terminado llamándolos, nunca terminarían de levantar el vuelo y ser libres como a él le hubiera gustado serlo.

Poco a poco se fue acostumbrando y, al contrario que sus predecesores, él supo aguantar el tiempo suficiente como para instaurar un buen gobierno. Nombró a sus subalternos, estableció unas leyes dentro de la comunidad, horarios de trabajo para que ninguno trabajara más que otro, racionó la comida y vigiló para que nadie la escondiera, generando incluso sobrantes –cosa que le permitió comerciar con otras comunidades menos ordenadas-. Y pronto logró que su familia, que, de 30 miembros con los que contaba cuando lo convirtieron en el pater familie, tenía ahora 50 muchachos fuertes y dispuestos, si fuera necesario, a dar la vida por él.

La prosperidad le sonreía y no dejó de sonreírle. Le reconocieron hasta un territorio dentro de la ciudad –desde el parque en el que revoloteaba cuando era niño hasta el taller de motos del viejo Tin (un coreano emigrado que no sabía apenas el idioma pero que se las arreglaba muy bien con los motores), taller que quedaba muy cerca del campanario de la iglesia, al que ahora podía volver con cierta regularidad-.

En el barrio se le puso nombre a su banda, Los piratas les llamaban, y consiguió el respeto ante los miembros de las mafias blancas que él tanto había odiado siempre. Si un miembro de Los piratas se cruzaba en el camino de cualquier integrante de alguna mafia, el pirata podía seguir su camino sin desviar la ruta sin que el otro lo molestara. Esto había sido un gran paso para la supervivencia de todos aquellos jovenzuelos que, como Jaime en su día, estaban empezando a comprender el significado de la palabra “vida”.

Y pasó el tiempo, y Jaime y sus piratas vivían en paz, y la ciudad vivía tranquila, y las mafias blancas molestaban menos, y la ciudad crecía y cada vez esa brecha entre los edificios era menor. Y Jaime decidió abandonar la ciudad.

Lo dejó todo dispuesto, incluso su sucesor. Hubo más lágrimas que alegrías por su marcha –siempre algún envidioso hay-. Dio un bonito discurso en el que hablaba de los sueños, los sueños que todos ellos debían tener y buscar cumplir. Habló también de lucha y esperanza, de fortaleza. Les dio las gracias a todos por su comprensión en los momentos en los que había podido equivocarse y se despidió dándoles ánimos para que continuaran lo que él, con todo el esfuerzo con el que había contado, había empezado para que ellos pudieran ser felices.

Y se marchó.

Y pocos días después se encontraba perdido dentro de su propia ciudad, una ciudad que había crecido demasiado mientras él levantaba su reino. Una ciudad que le impedía marcharse, una ciudad que, fuera de su barrio, no le reconocía. Una ciudad que ahora lo ahogaba en uno de sus charcos.

Así, Jaime, acabó su vida, con las plumas de las alas pegadas a causa de la lluvia y el pico moviéndose ligeramente a causa del fuerte viento. Jaime, el rey de los piratas, no era ya más que Jaime el gorrión, un gorrión anónimo que yacía en la acera de una ciudad que no había sabido valorarlo.

15 de marzo de 2010

Entradas muertas

Esta entrada se la dedico a todas aquellas buenas inspiraciones que jamás fueron escritas gracias a las personas que me quitaron las ganas de escribir.

Un aplauso para todas ellas, cuidan para que el mundo no se llene aún más de textos de mierda.

13 de marzo de 2010

¡Señoras y señores del jurado!

•Es este un espacio público en el cual escribo, entre otras muchas cosas, críticas. Si son constructivas o destructivas es asunto que no voy a tratar aquí, pero básicamente son críticas hacia lo que me da la gana y enfocadas como me da la gana. Al ser un espacio público puede ser leído por cualquiera, pero nadie está obligado a entrar aquí.

•De todos modos, y porque sé que las cosas que digo pueden molestar a alguien que luego tendrá la sana necesidad de desahogarse, dejo a la disposición del lector vía libre para que comente lo que le venga en gana, incluso mensajes spam, ya que no tengo activada la moderación de comentarios.

•Por otro lado no creo ser pedante. En estas páginas pueden leerse incluso entradas criticando los blogs personales, pues son armas donde uno puede escribir lo que sea sin ningún tipo de pudor -ni inteligencia-, y sin ser por ello penalizados de ninguna forma. Conozco muy pocos blogs que merezcan realmente la pena (y no creo que este sea uno de esos, la verdad). 
Se llama libertad de expresión, y es algo que me gusta tanto como odio, pero reconozco que es un avance en la historia y la defenderé. Ahora sí, cada uno puede expresar lo que deseé, pero no por ello va a estar libre de crítica. Y es en esta crítica donde yo creo que se encuentra el crecimiento, tanto individual como social.

•Tengo además la costumbre de escribir en un lenguaje poco complicado. Podría enredar el texto más que Góngora, pero me parece una gilipollez propia de personas acomplejadas que, por no tener nada que decir, tienen que llenar su texto de palabras rimbombantes y carentes de sentido, así como citar a autores que probablemente no haya leído ni, de lejos, entendido. Eso sí, procuro cuidar la estética del texto, así como su configuración, cosa que esas personas antes citadas no saben –ni pueden- tratar.

•Soy más cabrón que un indio –que me perdonen los indios- y eso es algo que simplemente es. No hace falta conocerme mucho ni conocerme poco.  Es más, los que más se ufanan de conocerme son los que menos lo hacen. Esto también me lleva a repetir que aquí, cuando hago alguna crítica, no tiene por qué ser justificada, con que mis argumentos se sostengan me quedo conforme. Y no pienso guardarle respeto a nadie por el cargo que ocupe dentro de la sociedad; ya puede ser sacerdote, profesor, militar o cocinero. Por otro lado, me gusta la provocación, que nadie se extrañe si un provocador reconocido te provoca. Con no escucharle si no te gusta lo que te dice, aunque lleve razón, tienes bastante.

•Aunque parezca que no, yo busco la verdad en las cosas que hago. Si soy un poco más pícaro a la hora de registrar es por una cuestión de personalidad. Cuando hago cosquillas las hago, además de porque me resulta divertido, para ver qué hay debajo. Si no te gusta lo que encuentro, o cómo lo encuentro, vuelvo a repetir, ahí están los comentarios –o la puerta si nadie te invitó a entrar-.

•No sé si mis lectores son sabios o tienen buena fe. Lo que no espero es que sean tontos y, si en algo no están de acuerdo conmigo, me lo hagan saber. Repito, para eso están los comentarios.

•Por último se me había ocurrido montarme una parábola a lo Jesucristo, pero prefiero resumirlo por el asco que me da el estar escribiendo esto:

La parábola iba de un hombre al cual condenaban por ser ateo, ir en contra de las creencias que sus padres le habían inculcado, por escribir sin posicionarse claramente en un sentido o en otro, por tener un hermano medio lelo y, para más inri, reírse de todo esto y hacerlo público. El pobre reo se defendía diciendo que sí, que todo eso era cierto, pero a la misma vez era una buena persona, ayudaba al resto de su especie cuando podía, no parasitaba a sus padres, vivía según las leyes de la ciudad, pagaba sus impuestos, etc.
Ante lo cual el jurado gritaba una y otra vez: ¡Por eso, por eso! ¡Por demostrar que se puede ir en contra de lo que se le enseñó y, pese a todo, hacer las cosas bien!

FIN

Una lástima gastar la entrada del día 13 en hacer algo así...

11 de marzo de 2010

Aborto, pedófilos, imbéciles y progresismo (Contestación a Pablo Moyano)





Yo tenía una granja de cerdos en el noroeste del Mississippi, y allí se sabía que lo que decía el cura iba a misa o se follaba a tu hijo, en mi caso, dado que no tenía hijos, el posible afortunado era mi hermano mayor.

Pero ahora no estoy en aquellas bonitas tierras sino en un país que se proclama como aconfesional y, por ende, lo que diga el curilla del pueblo no tiene más validez que lo que diga el tonto del mismo. Aunque la experiencia me dice que, en según qué temas, suelen coincidir ambos cargos en la misma persona.

Y hoy os traigo directamente –no del Mississippi, sino de un diario provincial- a uno que fue nombrado Hijo Predilecto del pueblo de Santaella, y yo me pregunto si esto no convirtió a esta pobre localidad en uno de los pueblos más tontos de España, incluso ganando a aquellos que nombran –agárrate que viene- como alcaldesas vitalicias imágenes mitológicas de una señora que, se dice, parió siendo virgen.

Este hombre tiene nombre y apellidos, Pablo Moyano (como las patatas) y nos deleita con un artículo que aquí enlazo.


Pregunta que de qué se ríen, y la primera idea que me vino a la cabeza tras leer ese espantajo fue algo así como “de ti, gilipollas”. De verdad, tanto quejarme de la cantidad de estúpidos que crean un espacio en internet (llamémosle blog para abreviar) donde poner las paridas mentales que le vienen a la cabeza sin consideración ninguna con la razón argumental, el gusto estético, la decencia y el amor propio, y ahora me sale un curilla que parece iletrado (he de reconocer que he leído después otros artículos suyos y no son tan malos estilísticamente hablando. Me pregunto si es que el monaguillo andaba por debajo de su sotana y por eso le hizo ponerse nervioso al escribir este último) al que le permiten publicar en un diario. ¡Toma ya! La pena es que es un diario con bastante tirada en la provincia y más de algún insensato de esos que tanto a la Iglesia le gustan soltará un balido de satisfacción tras leerlo.


Voy a extenderme un poco en esta entrada y voy a coger las partes que más han llamado mi atención:

1. Ley que ha contado con el mayor rechazo social de la historia en nuestra nación. Ley que ha sacado a la calle, no miles, sino millones de personas.

Miles de millones de millones. Es más, en el Mississippi muchas viejas se manifestaron tocando castañuelas, solidarizándose con España, esta cruenta asesina (de civiles en la guerra sucia, por ejemplo.) Por otro lado… ¿El mayor rechazo social? Pensé que lo que más le incomodaba al ciudadano de a pie eran otras leyes, más de carácter económico. Cito un ejemplo: Que con dinero público los curas pedófilos mantengan escuelas “concertadas” de donde sacar niños adeptos (que no adictos, eso del sexo para cuando tienen entre 14 y 17 años, ya que ellos no son pedófilos, sino efebófilos.)

2. ¿Por qué se proclama como un derecho de la mujer pasaportar al otro barrio --sin haber nacido-- a miles y miles de nascituros?

Aquí agradezco que explique lo que quiere decir con “nascituro”, palabra que no está recogida en el diccionario de la Real Academia pero sí en el suyo personal: Conjunto de células con licencia para pasar de un barrio a otro gracias a las mujeres y sus derechos. (Y digo yo, ¿quién mandó darle derechos a esas pelambruscas?)

4. Y las casi niñas podrán abortar sin que los padres intervengan.

Podría haber usado la palabra “adolescente”, pero claro, no hubiera quedado tan demagógico. La alarma social es clave para el funcionamiento de la Iglesia, ¿no, señor Moyano?

5. Si eso es progresismo, ¡que venga Dios y lo vea! ¿Es el feto un bicho? ¿Un trozo de carne sin alma? ¿O qué es?

A ver tío, esto lo has puesto en un espacio público. ¡Hay que tener pelotas! Cada vez que lo leo me da la risa floja. ¿Un trozo de carne sin alma?  No sé, yo me preguntaría primero si es un trozo de carne con sistema nervioso. Un bicho… En absoluto, a no ser que consideremos como bichos a los parásitos, es decir, organismos vivos que precisan de otros organismos para la subsistencia. Otros lo llaman vampiros, y creo que esos van al Infierno. ¿Van los fetos que parasitan a sus madres durante un período normal de 9 meses al Infierno? ¿Es eso el pecado original? Entonces sí, creo que lo mejor que se puede hacer es dejarlos nacer para que se vuelvan a ganar el cielo a base de verga sacerdotal. ¡Perdón! Jerga sacerdotal.

¡Ah! Y le lanzo ahora una pregunta yo a usted, ¿qué entiende por progresismo?

6. El rechazo al aborto ¿es una cuestión de carcas, de beatas, de una moral católica que pasó de moda y ha sido superada por la historia y el progreso? ¿O es una cuestión de ética natural y de sentido común?

Imagino que sabrá usted, señor Moyano, lo que es una tautología. Pues bien, decir “moral católica” y “pasó de moda”, lo es.

De nuevo me pregunto qué entiende por progresismo. Me imagino que designa así a todos los valores que se sustentan en la naturaleza humana con mayor o menor acierto, pero, desde luego, partiendo de una antropología más centrada en lo humano que en teorías paracósmicas sobre tres dioses únicos inspirado en un libro secreto que escribió Homero un día que bebió demasiado.

7. ¿Si es algo trasnochado, por qué están en contra miles y miles de médicos, de biólogos, de científicos, de pensadores y de gente de a pie?

¿Entendemos “gente de a pie” a los pobres desgraciados o también incluimos a los grupos anteriores como “gente”? Bueno, no importa. La cosa es que le aconsejo que consulte el número de esos mismos grupos que están a favor. Comprobará que, además de ser más, son los de mayor relevancia intelectual.

¿Qué se cree? Uno no está a salvo de ser un capullo trasnochado por ser médico, o biólogo, o científico (¿qué coño serán los médicos y biólogos?), pensador o “gente de a pie” (me parto de risa con este término. Creo que se quedó sin ideas y puso esto para rellenar.)

8. Algún día Europa comprenderá el inmenso error de la aceptación social del aborto. Como comprendió la injusticia de la esclavitud o la violencia de género. Algún día…

(…)

... ¡Entonces resucitaré de entre los muertos en forma de feto, violaré a vuestras mujeres e hijos, mataré a vuestros maridos y el mundo entero temblará bajo mis pies!

Joder, señor curita, no es para ponerse así. Yo también espero que algún día Europa comprenda el mal que ha hecho por no bombardear el Vaticano –o meter un arma biológica, para preservar el tesoro descomunal de esta pequeña pero poderosísima monarquía absolutista- y pegarle fuego a todos sus consulados (léase parroquias, etc.)


Además, ¿no es la violencia de género un problema que todavía se defiende desde los púlpitos? Recuerdo algo acerca de cierto embajador permanente del Vaticano en Granada… Y la esclavitud… ¿No fue defendida –con MUY pocas excepciones- por la Iglesia católica? Es más, eran los grupos “progresistas” del momento los que la criticaron y los conservadores los que mataron por mantenerla.

9. Y mientras, habrá que educar a los críos y crías diciéndoles que la sexualidad ni es un juego de niños, ni un pasatiempo frívolo, sino algo muy serio gobernado con cabeza.

He hecho grandes esfuerzos para no citar con qué cabeza gobierna uno eso. En fin, la verdad es que si quieres saber lo que es el sexo lo mejor que puedes hacer es preguntarle a un profesional del mismo. ¿No sabían que nuestros queridos funcionarios del estado del Vaticano (pagados por el Estado español) reciben en el seminario un curso de sexualidad que luego han de actualizar cada cinco años?

Y si le preguntas sobre qué es el sexo te dirá rápidamente: Algo muy serio (y hasta aquí puedo leer, te dirá su cara.)

10. Y que los padres son --y deben ser-- los primeros educadores y los mejores amigos de sus hijos para orientar convenciendo.

Ese “orientar convenciendo” me ha encantado.

11. Algún día la Educación será eso: la forja de hombres y mujeres responsables y no juguetes en manos de un falso progresismo que no lleva a ninguna parte.

La educación será lo que tú digas. Concretamente la educación será volver a aquellos bonitos días en los que las personas no podían decir lo que pensaban, por ejemplo.

Y otra pregunta, ¿falso progresismo? ¿Entonces el progresismo es bueno o es malo? Por lo que da a entender el progresismo es sinónimo de responsabilidad, pues ahí establece una disyuntiva entre “responsables” y “falso progresismo”. Por tanto… El progresismo es nuestra responsabilidad, y la ley del aborto la ha definido más o menos como una medida “progresista”. Entonces, ¿Qué de qué se ríen? Pues me imagino que de la satisfacción que siente cualquier persona cuando hace algo que era nuestra responsabilidad como sociedad y que habíamos dejado pasar durante mucho tiempo, estuviera o no en programas electorales.


Por último, la llamada a todos los católicos a coger el petate para luchar por SU moral –que quieren imponer al resto- es la HOSTIA.


Tenga una buena tarde señor Pablo Moyano, espero que lea esto.

Y ya que estoy me gustaría hacer publicidad de la última entrada en PENSAMIENTO LIBÉRRIMO, no creo que decepcione.

9 de marzo de 2010

Fenómenos traumáticos (Final)

-Sí, ya. ¿Como todas las otras veces que me lo has dicho?- el tono de su voz indicaba que ya estaba bastante cansada del juego. No le importaba que se lo dijera siendo mentira por aquello de “cuando venga el lobo de verdad”, eso ya casi que lo deseaba. Le molestaba porque usaba esa estúpida excusa para intentar captar su atención, atención que había sido tan sólo para él cuando ella era niña, por cierto. Pero es que además de llegar varios años tarde pretendía resolverlo contándole a ella sus problemas, no preocupándose por los suyos. Aunque, la verdad, prefería que su padre siguiera sabiendo de ella por lo que contaran en la red antes que tener que sincerarle nada. Lo odiaba.

-Eres dura- le dijo mientras le pegaba un sorbo al cóctel de ella. –Y no deberías beber este tipo de cosas, podrías perder el control sobre tus acciones-.

“Ya quisieran esta panda de desgraciados.”

-Sonia, me gustaría que me hicieras un favor. Me gustaría que nos dedicaras un libro a tu madre y a mí-, continuó después de mirarla durante largo rato.
“Toma ya. Este no hace ni por comprender mis señales de desprecio.”
-¿Y sobre qué, exactamente, os gustaría que fuese ese libro?- le preguntó divertida, como el que contempla una idea completamente absurda y que jamás será llevada a cabo.
-Pues sobre nosotros. Nos gustaría algún tipo de novela donde nos viéramos retratados. Tú eres nuestro legado al mundo y queremos que se nos reconozca ese mérito. No creo que sea mucho pedir, a fin de cuentas es lo que tú haces, ¿no? Escribes libros.
Notó cómo su padre iba cobrando seguridad a medida que hablaba, pero dejó de prestarle atención. Maldita la gracia que le hacía complacer a esa persona que ya le parecía por debajo de la escoria. “Legado al mundo. ¡Será hijo de puta! Pero de todos modos la idea no termina de ser del todo mala. Soy incapaz de escribir sobre mí, pero sí puedo hablar de este gilipollas desde el punto de vista de mi infancia. Será algo así como un tratamiento psicoanalítico. Legado al mundo… No te preocupes, yo crearé un libro para ti, un libro que será un legado al mundo de lo cabronazo que has sido toda tu vida.”
Tras aceptar esta idea como posible le dedicó una sonrisa a su progenitor. Le pidió otra copa al camarero para él.
-Trato hecho, os haré ese libro. Pero hazme un favor y, cuando termine de escribirlo, haz que llegue ese cáncer de una vez por todas. Vendría fenomenal para las ventas.
Se levantó del taburete, dejó un billete de 50 euros sobre la barra y enfiló la puerta.
“Menuda noche de mierda que hace. Pero bueno, es la noche que nos merecemos las personas sin escrúpulos, ¿no?”

5 de marzo de 2010

Fenómenos traumáticos (Parte II)

De nuevo se volvió hacia la barra a esperar lo inevitable. Si estaba allí era por ella y ahora sí que le hubiese gustado no llamar tanto la atención. A saber cómo la había encontrado. “Algún pacto tendrá con Satanás para torturarme, de éste me espero cualquier cosa.” Mientras pensaba esto el recién llegado la reconoció y se dirigió hacia ella:

-¿Se puede saber cómo me has encontrado?- inquirió.

Su tono hubiera acobardado al más valiente, pero él estaba ya acostumbrado. O quizá es que jamás prestó atención a nada que ella dijera.

-Alguien te reconoció y colgó tu posición en Internet- se limitó a responder mientras se sentaba en la banqueta de al lado, banqueta que ella hubiera querido vacía toda la noche.

-Oh, ¡qué bien! Hasta en antros como éste una aún puede encontrar personas que leen y que, concretamente, me leen a mí. Al final hasta será verdad que soy vulgar.

-Si frecuentas sitios como éste no me extraña- sentenció él.

“¡Joder! El problema de éste es que nada más entrar ya es capaz de destruir toda la magia que había logrado crear, obligándome a ser la niña que nunca fui, la hija que nunca seré. Las mujeres no deberían estar condenadas a tener padres, y mucho menos un padre tan capullo como éste.”

-¿Qué haces aquí?- quiso saber.

-Estar sola.

-No se te veía muy sola. Había muchas miradas haciéndote compañía cuando entré. ¿Cómo puedes soportar que tanto baboso te acose?- volvió a preguntar mientras la rodeaba en un fingido amago que, pretendiendo parecer protector, buscaba dejar clara la propiedad.

“Me hace gracia imaginarme cómo luego se masturban pensando en mí”, barajó como respuesta, pero tras pensárselo optó por algo que no desencadenara una discusión más que añadir al montón del millón de discusiones que había tenido con su padre a lo largo de su vida:

-No les presto atención, la verdad. Me gusta pensar que eso es lo que finalmente me separa de los demás, y es que mientras ellos tienen la necesidad de personas como yo, yo no tengo ninguna necesidad de seres como ellos-. Mientras decía esto se dio cuenta de que estaba soltando una gran mentira. “Menudo asco eso de conocerse a una misma”. –Y bueno, ¿puedo saber desde cuando me espías por Internet como un fan obseso?- le espetó un tanto molesta por el reciente descubrimiento. Tenía que pagar con alguien el haber encontrado esa necesidad de los demás y su padre era el candidato perfecto. A fin de cuentas su falta de atención hacia ella durante la niñez fue lo que posiblemente ahora le ocasionara esa necesidad.

-No te espío por Internet. Dio la casualidad de que fui a buscarte para leer las últimas opiniones de tu libro y encontré aquella página. No seas tan paranoica y haz el favor de alegrarte de tener la suerte de que sea tu padre el que ha llegado y no algún estúpido lector tuyo.

“No te creo viejo tramposo. Además, seguro que tardaste siglos la primera vez en aprender a usar una página de rastreo de famosos como para haberme localizado tan rápido ahora. Y esa suerte de la que hablas es bastante dudosa.”

-Sonia, he venido a decirte algo. Tengo cáncer.

3 de marzo de 2010

Fenómenos traumáticos

“Menuda mierda de noche desapacible. Y encima no tengo ni un cigarrillo”, pensó mientras cruzaba la calle escondiéndose cada vez más dentro de su abrigo y olvidando que hacía un mes que había dejado de fumar. Continuó calle arriba dejando que sus tacones sonaran más de lo que se supone que es correcto en una señorita y entró con aire triunfal dentro de una cafetería, cuyo neón pasado de moda le aseguraba que entraba en un lugar demasiado sórdido como para encontrarse con cualquier conocido.


Una vez dentro se desabrochó el abrigo y desenrolló la bufanda del cuello, asegurándose que captaba la atención de todos los feligreses, en su mayoría hombres pasados de edad o jóvenes cuya pinta hacía saltar a la vista que no tendrías las agallas suficientes como para acercarse a ella. “Perfecto”, pensó, y buscó algún taburete aislado en la barra donde poder sentarse a beber algún cóctel hortera. Era perfectamente consciente de que le había alegrado la noche a más de un mirón, pero tampoco había salido aquella noche con ganas de pavonearse demasiado. Lo que quería era un lugar donde poder esconderse del mundo y ser ella misma sin que nadie la importunara.


Todavía le escocía aquella última crítica que la había acusado de ser demasiado sincera. Cuando ella escribía jamás lo hacía sobre su vida, es más, procuraba ponerse en la piel de una persona cualquiera y pensar como lo haría alguien en cualquier situación que no fuera la suya. Decir que con aquella novela corta había sido “demasiado sincera” era sinónimo de abofetearla mientras se la llamaba vulgar. Y llevaba demasiados años huyendo de ese término como para que ahora un mequetrefe sentado en un sillón dijera aquello por no tener la capacidad de sacarle más partido a un texto del que había muchas mejores cosas que decir. Además, ¿quién sabía cómo era ella realmente como para hablar sobre cualquier cosa de su personalidad? Era una tontería, lo sabía, pero no quería que el día de mañana apareciera en algún libro de texto de la escuela secundaria una pequeña biografía de su persona diciendo que aquella obra reflejaba lo más profundo de la intimidad de la autora. Lo que había logrado aquel listillo era remover los cimientos de su creatividad. A partir de ahora jamás podría ponerse a escribir como lo había estado haciendo hasta el momento; la pregunta de si podría decirse que ese es su reflejo al estar describiendo a un personaje le asaltaría una y otra vez, impidiéndole escribir.


Toda aquella historia le había llevado de nuevo frente a la escalera de la madurez, y no le hacía ninguna gracia.


Bien sabía que en la vida de una escritora, como en la vida de cualquier otra persona, llegaba un momento en el que tenía que replantearse toda su forma de escribir, actualizarse, o llegaría el día en el que escribir siempre sobre lo mismo la llevaría a que tan solo sus primeros lectores la siguieran leyendo, y sus libros envejecerían al mismo tiempo que ellos, que ella. Y no, no se había pasado la vida luchando para que tan solo la leyera una maldita generación, que por cierto, odiaba. Tenía que cambiar, lo sabía, pero también sabía que eso es un camino duro que suele pasar primero por el vacío total, después por los desfiladeros de la desesperación y la locura para terminar en un abismo de indiferencia radical, hasta llegar, por fin y tras muchos empeños delante de “la hoja en blanco”, a un tímido pasto verde. Que esa tierra llegara a ser fértil solo dependía de ella.


-¡Pues qué asco!- dijo más para sí que para el mundo, pero en una voz demasiado alta como para habérselo dicho únicamente a sí misma. Volvió a captar la atención del público, pero esta vez eso le molestó un poco. “¿Es que no tienen vida?”, se volvió y le clavó la mirada a uno de ellos. Era un examen cuya conclusión te deja ver, a ti y a todos los que te rodean, que no tienes ninguna posibilidad, que eres indigno hasta de pasar tu mirada por sus rubios cabellos, que te vayas a la mierda y que si en el camino te mueres, mejor. Era una de esas cosas que a ningún hombre le gusta recibir de una mujer.


Volvió a centrarse en su copa sonriendo interiormente. Esas cosas se le daban bien, a veces incluso pensaba que había nacido para domar hombres, no para escribir. Pero bueno, lo primero le divertía y lo segundo la hacía sentir viva, así que no se quejaba del orden de prioridades que había puesto en su vida.


“Demasiado íntima… ¿Será que el mundo necesita saber de una vez por todas quién soy yo? Eso estaría bien, pero primero tendría que terminar de averiguarlo yo misma. A ver, yo soy una mujer y estoy orgullosa de serlo. Soy una mujer… complicada. Bien, es un paso. ¿Escribir sobre mí misma? ¿Cómo? Una autobiografía me parecería muy aburrida y, por otro, lado tampoco me veo escribiendo una novela sobre un personaje que realmente fuera yo. Correría el riesgo de terminar conociéndome y me quitaría encanto.”


Al poco terminó sacando un bloc de notas y garabateando ideas que luego tachaba. Pasó una copa, pasaron dos, tres e incluso cuatro. Suerte que la vida la había preparado ya para este tipo de eventos y su hígado tenía aguante. De todos modos notó que su humor mejoraba. En éstas estaba cuando escuchó cómo la puerta del antro se abría. Era la primera persona que lo hacía desde que lo había hecho ella. Más por instinto que por real curiosidad giró la cabeza para contemplar al recién llegado y el bolígrafo se le cayó al suelo.


“Mierda. Tú también podrías morirte de una vez por todas.”

1 de marzo de 2010

Críticas y críticos

Nunca se me ha dado bien escribir cuentos. Un cuento tiene incluido un mensaje más o menos claro acerca de las acciones humanas. A mí me gusta más presentar personajes y dejar que sea el lector el que los juzgue. Y ahora acabo de descubrir que odio hacer críticas sobre otras obras, y eso que la crítica iba a ser positiva.

Concretamente iba a hablar de la obra más conocida de A. de Saint-Exupery, El Principito, y del tremendo mensaje que este llega a contener, pero creo que no estoy hecho para esas cosas. A lo más que llego es a recomendar la obra a todo aquel que se la leyó de niño, pues estoy convencido de que podrá extraer sin mucha dificultad las mismas conclusiones que yo estaba a punto de poner por escrito aquí.

De verdad, ¿qué se creen los que hacen ese tipo de cosas? Yo me he visto de pronto escribiendo cosas obvias como si fueran realmente cuestiones demasiado complejas para que otras personas pudieran entenderlas sin mi ayuda.

Si alguien quiere entender un cuento, creo que lo mejor que puede hacer es leerlo.

Si algún día consigo publicar algo de verdad espero que todos esos mentecatos se queden lejos de mi obra. Nada me cabrearía más que leerle a un listillo de esos algo acerca de lo que yo he querido decir con mi novela, para que sus lameculos oficiales le aplaudan y le digan lo listo que es. ¡Joder, si yo quiero enseñar algo al mundo lo escribo yo mismo, no me aprovecho de la obra de otro para rellenar unas hojitas! Es más, creo que prefiero un mal remake antes que una crítica de esas. Al menos quien sea ha tenido las agallas de enfrentarse día tras día contra las páginas en blanco, aunque la estructura o el argumento ya lo tuviera de antemano.

En fin, que se puede ser un capullo, pero no gilipollas.

Y, como el príncipe del cuento, cuidaos de los que intentan encauzar vuestro pensamiento mostrándoos “cómo las cosas son”.